2012-06-23

La crisis europea: Crónica de un amnésico




Albert Einstein sostenía que la locura consiste en aquella persona que repite el mismo procedimiento una y otra vez esperando conseguir diferentes resultados; por su parte el filosofo español George Santayana afirmó: “El que no conoce su historia esta condenada a repetirla”. En suma, quienes no conocen su historia están condenados a la eterna locura. Nuestros políticos actuales hacen un insultante alarde de falta de miras al no percatarse de los muchos antecedentes que tiene la crisis europea en concreto, y la española en particular. La vieja y oxidada Europa insiste en incidir en las mismas equivocaciones,  tal vez esperando  distinto resultado.

Antes que nada advertir  que mis conocimientos sobre economía son los justos -cualquier error comunicármelo en los comentarios-, pero para identificar las similitudes se requiere sobretodo sentido común; al fin y al cabo ésta es una crisis politica, una encrucijada histórica. Pasen y  lean:

La Alemania de 1930. Al igual que le ha ocurrido a España con la crisis financiera de 2007,  el crac bursátil del 1929 dejó a Alemania con una monstruosa deuda externa. Si bien en el caso de España la deuda generada ha sido originada por la excesiva exposición a la inversión extranjera –burbuja inmobiliaria-, en el alemán fue motivada por la obligación de pagar los fondos de compensación de la I Guerra Mundial.

En la actualidad, la homogenización monetaria que impone el euro hace imposible que países con problemas de competitividad –como España- puedan devaluar su moneda; y precisamente en 1930 un régimen monetario rígido, auspiciado por la aceptación del patrón cambio oro por parte de las grandes economías mundiales, limitó al  mínimo el margen de maniobra de los germanos incapaces de evitar la fuga masiva de capitales de sus bancos. La huida de capitales con destino Francia y EEUU puso contra las cuerdas al sistema financiero alemán, y como también sucede en la España de 2012, secó el acceso al crédito de empresas y familias.

Niños alemanes amontonando dinero. El temor a la hiperinflacción de los años 20 monopoliza la memoria alemana; olvidan lo verdaderamente grave: las medidas de austeridad de los años 30 
Ante el descenso de la recaudación y el inminente derrumbe del sistema financiero, Alemania se acogió a las medidas de austeridad como esforzada solución: aumento de impuestos, reducción de la administración pública, recortes de sueldo y de prestaciones sociales, ¿Os suena, verdad?

El resultado de esta politica  –receta clásica del liberalismo- fue el incremento del paro, de los  650.000 desempleados en 1928 se paso a los 6,5 millones -el 30% de la población activa en Alemania-; así como el definitivo derrumbe del sistema bancario (básicamente lo que España está padeciendo estas semanas).

Desafiando a su propia experiencia, Alemania está recomendando a España las mismas recetas fallidas que le sumieron en la mayor crisis social de su historia, la cual acabó con el alzamiento del partido Nacionalsocialista. A Merkel solo le falta pedirle a Rajoy que se deje un siniestro bigotito y que se lance a la conquista del vecino portugués.

 Japón 1980. Economistas nipones de todo signo político llevan dos años clamando contra las medidas de austeridad, su alegato se sintetizaría en un: “Esta crisis ya la hemos vivido y vuestras medidas van en sentido contrario a la solución”.

A finales de la década de los años 80, Japón sufrió el pinchazo de su particular burbuja inmobiliaria. Durante toda la década el superávit comercial había sido destinado por los bancos para la compra masiva de inmuebles, punto de partida de la especulación inmobiliaria. Como sucede con todas las burbujas financieras, su estallido esparció deuda toxica a todos los sectores.  La caída de los valores bursátiles de sus principales  empresas arrastró al país a una profunda recesión.

Tras  un largo desfile de diagnósticos y  recetas contra la crisis –incluidas las medidas de austeridad- Japón acabó por descubrir su dolencia, lo que ha venido a llamarse: recesión de balance –lo mismo que padece España-. Las endeudadas empresas (en el caso español las propias familias) prefieren reducir deuda en vez de pedir dinero aunque el tipo de interés sea cero. El ahorro que se pueda generar no se reinvierte, sino que sale del sistema financiero, fuga de capitales.

Si bien las peculiaridades de la economía japonesa no permiten extrapolar su caso al español, tanto en la crisis del 29 como en la de Japón las medidas Keynesianas –no aquellas de garrafón en la línea del desastroso Plan E de Zapatero- han supuesto la única opción posible para reactivar economías atrapadas en espirales destructivas. No hay que disminuir la inversión publica sino aumentarla.

Argentina 2001. Para influir en las elecciones griegas los líderes europeos han hecho uso de lo que el economista Krugman ha llamado la estrella de la muerte del BCE: “El corralito”

En nuestra memoria colectiva ha quedado grabada la imagen de los desesperados ahorradores asediando las entradas de los bancos argentinos. La gestación del temido corralito argentino se inició en 1991 con la aprobación de la Ley de Convertibilidad del Austral que buscaba subsanar el problema de inflación, crónico en la economía nacional. Aunque en un principio la medida consiguió rebajar la inflación e incentivar la importación, al poco tiempo se manifestó letal para la industria nacional, causando una escalada de quiebras.

 En el año 2001, tras un lustro de recesión y de acumular un enorme déficit fiscal (causado por la elevada deuda exterior), el recién nombrado presidente, Fernando de la Rúa,  comenzó un proceso de restructuración económica que incluia fuertes medidas de reducción de gastos –de nuevo la cantinela de la austeridad- que acabaron por derrumbar completamente el sistema financiero.

Y aquí es donde entrarían las similitudes con respecto a la crisis europea, el furor de los mercados instó a los inversores a retirar en masa sus depósitos de los bancos argentinos, como está ocurriendo en Grecia o en España en los últimos meses; lo que a su vez auspició un deterioro mayor del sistema financiero. Para recapitalizar sus bancos Argentina requería un rescate del FMI, pero a diferencia de España no hubo forma de acordar las condiciones.

Sin rescate y con poco margen para refinanciar la deuda, Argentina tomó la trágica decisión de restringir la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros, para frenar la fuga de capitales. La principal consecuencia del “corralito” fue la parálisis de toda la actividad económica; una catástrofe nacional que tardarían años en subsanar.

Europa 2012. La crisis financiera de EEUU cruzó el charco en 2008 para convertirse en tempestad política, la cual ha puesto sobre la mesa las carencias de la UE: falta de unidad bancaria,  rigidez monetaria, burocracia mastodóntica y ausencia de metas comunes. La UE se empeñó, a base de errores, en mutar la crisis bancaria en crisis de deuda en los países periféricos. Tras un equivocado análisis de la situación –Alemania ha extrapolado la temeridad fiscal griega a los casos de España e Italia- el tibio mando de Ángela Merkel ha colocado al borde del precipicio a uno de los proyectos políticos más ambicioso de la historia de la humanidad: la UE. Así mientras EEUU y UK empezaban a mostrar signos de recuperación –la fuerte inversión pública ha reactivado el sector privado-, la austeridad alemana ha arrojado a la economía mundial a una segunda recesión.  

Alemania, y por extensión el BCE, tienen por certeza  la incapacidad de las medidas de austeridad para solucionar por si solas la crisis –al menos a estas alturas imagino que  lo saben-. Pese a su desacierto, la austeridad perdura a modo de lección moral o incluso sanción a la irresponsabilidad fiscal de los países periféricos.  

La germanofobia aumenta por Europa; su liderazgo no ha estado a la altura del compromiso y solidaridad intrínsecos en la UE. Y, rozando el pleno empleo, con altos índices de aprobación, Ángela Merkel no parece por la labor de cambiar su politica a un año de las elecciones.  La nación que aspiró en el pasado por dos veces a destruir o al menos a sumir en el caos a Europa, exhibe una preocupante desmemoria y cierto aire de superioridad a la hora de ayudar a los países que han contribuido a su auge económico –el 70% de las exportaciones alemanas van a países de la UE-.  

En su día Churchill y otros líderes europeos mostraron su temor ante la posible reunificación alemana, ahora que ha monopolizado el liderazgo de la UE se entienden sus dudas al respecto de una Alemania de nuevo protagonista. La historia ha tendido a demostrar que todo protagonismo alemán se traduce en perjuicio general para otros países, en forma de intervención militar o bien de menoscabo económico como ahora. Puede que los alemanes no sepan jugar en equipo.

Fuentes:

http://blogs.cincodias.com/lealtad/2012/06/europa-1931-2012.html


http://www.ft.com/cms/s/74f3017e-ac15-11e1-a8a0-00144feabdc0,Authorised=false.html?_i_location=http%3A%2F%2Fwww.ft.com%2Fcms%2Fs%2F0%2F74f3017e-ac15-11e1-a8a0-00144feabdc0.html&_i_referer=http%3A%2F%2Fblogs.cincodias.com%2Flealtad%2F2012%2F06%2Feuropa-1931-2012.html#axzz1yecYVzh4 

http://elpais.com/diario/2011/11/13/economia/1321138802_850215.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario