Si resultara la primera
vez que Rodrigo Rato emerge asustado de entre las llamas de un incendio del que
parece sospechoso de prender podríamos otorgarle cierto margen a la duda; pero no es el
caso. En vísperas de la crisis económica mundial, cuando ejercía el cargo de director del Fondo
Monetario Internacional, Rodrigo Rato –mechero en mano- anunciaba su renuncia
al puesto a causa de unos oportunos y misteriosos asuntos personales que a la
postre le evitaron ser alcanzado por el implacable incendio del sistema
financiero mundial. Por entonces nadie
se mostró especialmente contrariado por su huida fingida; simplemente se le
achacó cierta nostalgia al politiqueo patrio.
En la imagen Rodrigo Rato que ha dimitido esta tarde como presidente de Bankia |
No obstante la
espantada revestía verdadera gravedad. Para un país poco agraciado en puestos
de responsabilidad –en especial los económicos- que uno de los hombres que teníamos
por más validos y preparados protagonizara un desplante de tal categoría supuso
para España y para todos los aspirantes españoles a ocupar cargos
internacionales un dramático paso atrás. No es que le acuse de provocar la
crisis, cuyo origen es bastante más complejo, ni si quiera entro en evaluar su
actuación como director gerente del FMI –y eso que informes sobre el origen de
la crisis han concluido que tanto Rato como sus predecesores pecaron de
optimistas en todas sus previsiones- simplemente critico su falta de
compromiso, su cobardía ante una crisis económica que si en muchos sectores se tenía
por inminente, a esas alturas el FMI debía
tener por certeza. Ante la tormenta, Rodrigo Rato se decantó por la huida silenciosa.
Tras unos años
retirados de la vida pública, previo paso por varias consejerías de entidades
bancarias, Rodrigo Rato fue nombrado presidente de Caja Madrid en 2010 bajo la esforzada ayuda de sus
antiguos compañeros de partido. Una vez finalizada la muy mediática pero poco
exitosa –los datos económicos y el fracaso en su salida a bolsa así lo
concluyen- fusión de varias cajas de
ahorro para formar el mayor banco de España, en cuanto a activos domésticos; Rodrigo
Rato ha ido perdiendo paulatinamente su bien-amado protagonismo.
Ahora ante la perspectiva
de ver cómo los 30.000 millones de deuda de Bankia amenazan con engullir su
siempre estéril prestigio; o quizás a causa
de la rebaja de su sueldo de 2,3 a 600.000 euros por la reforma financiera,
Rodrigo Rato vuelve a salir espantado del lugar accidentado, de nuevo delatado
por lo chamuscado de su cara pero sin quemaduras de gravedad. Por cierto que ha
justificado su dimisión a razón de que su pasado político podía relacionarse
con la inminente inyección de capital que el gobierno de Rajoy planea sobre
Bankia; algo poco creible habida cuenta de que su sustituto tendrá también una inevitable
conexión politica con el PP.
Enumeraba Churchill como uno de los
principales males de nuestra era que la gente ya no anhela ser útil sino ser
importante. Rodrigo Rato ha demostrado querer ser importante a cualquier
precio, aunque por ello tenga que renunciar, una y otra vez, a ser útil.
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