2012-04-26

La derrota más amarga



Lo digo desde este preciso instante: no creo en el destino. Ni en Dios, sinceramente. Es lo que tiene el ateísmo profundo. Somos los que estamos y estamos los que somos. De existir alguien más, no permitiría ciertas cosas que ocurren cada poco tiempo. Y no hablo sólo de deporte.
Por eso, al conocerse el sorteo de la Champions y cuando todo el mundo daba por hecha la final Madrid-Barça, como si ya estuviera escrita, servidor, que por naturaleza le gusta de ir partido a partido y respetando a todos y cada uno de los rivales, prefirió en aquel omento ser cauto. No soy Einstein (alemán, por cierto) pero he visto demasiado fútbol como para ningunear con tanta ligereza a dos colosos europeos como Bayern y Chelsea. Ambos, se jugarán ser el mejor equipo de europa el próximo 19 de Mayo en Múnich.
Cristiano marca el penalti en el partido; falló el de la prórroga

Lo cierto es que el Madrid necesitaba tanto ese espíritu de Juanito y a un Bernabéu entregado, ése que siempre responde en las grandes ocasiones de la Champions. Ya fe que esa conexión equipo-grada funcionó, pues a los 13 minutos los blancos ya le habían dado la vuelta a la eliminatoria con dos tantos de Cristiano Ronaldo. El primero, tras un penalti por mano clamorosa del impetuoso (y prometedor) Alaba y el segundo en un pase interior de los que Ozil no se aburre de meter entre líneas. Es lo que tienen los genios: ven rendijas donde los demás sólo ven muros de granito
Pero el Madrid se paró ahí. Quizá en busca de un zarpazo en una mortal contra, de esas que le han acompañado casi toda la temporada, que le diera el tercer tanto y casi la eliminatoria. Ayer no sucedió.
En ese momento, el Bayern, de la mano de un excepcional Toni Kroos, se hizo a partir de ese momento con el control del partido hasta la acción que igualaba la eliminatoria y las esperanzas de ambos. Pelota colgada al área blanca y Pepe que arrolla a Mario Gómez. Lo lanzó Robben, que sufre de insomnio cada vez que se cara a cara con Iker Casillas, aunque esta vez el habilidoso holandés convirtió la pena máxima en gol. El capitán blanco rozó el balón antes de que éste besara las mallas. De ahí, hasta el descanso, ninguno se quiso prodigar demasiado en el ataque.

Los futbolistas del Bayern celebran el pse a la final
Tras el descanso ambos contendientes siguieron con su idea. atacar. No saben jugar de otra manera ninguno de los dos. Eso nos deparó una eliminatoria vibrante hasta el final. De hecho ambos merecieron no ya pasar a la final, sino ser campeones de esta Champions. Pero sólo podía ganar uno.
El Madrid siguió porfiando con Marcelo y Cristiano por la banda de Lahm (el brasileño demostró una vez más que sin él, los blancos son un Sansón calvo, les falta ímpetu). Por su parte el Bayern se sustentaba en Kroos y en el trabajo sucio de Luiz Gustavo que, incomprensiblemente, acabó el partido sin llegar a ser expulsado( la ciencia lo estudiará en su momento) y en las diagonales de Robben y Ribery. Incluso puso matar el partido si Mario Gómez no hubiera querido regatear a los dos centrales blancos para después batir a Casillas. Posteriormente se redimiría.
Se llegó así a la prórroga, que no tuvo nada especialmente reseñable, pues ninguno tenía especial interés por atacar. Sólo Marcelo (otra vez) quiso dejar claro que lo suyo es el fútbol alegre, vistoso y de ataque: recogió una pelota en su propia área, se marchó regateando y fintndo de cuantos le salieron al paso y puso un balón al espacio para que Higuaín enfilara a Neuer. El argentino estaba un centímetro en fuera de juego. Sin obviar un posible penalti a Granero por parte de Neuer que golpea ligeramente la pierna del canterano blanco. El juez de área, al igual que el árbitro principal y los dos linieres, se inhibió de la jugada. Dicen que cuatro ojos ven más que dos. Por lógica, 8 ojos deberían ver la Constelación de Orión sin necesidad de telescopio alguno. El mundo de los árbitros es inescrutable.
Se llegaba al éxtasis de los penaltis. El punto fatídico, como se le conoce. Y para los blancos, lo fue de verdad. Cristiano fue el primero que se encaminó hacia los 1 metros y lo falló. Llevaba 25 de 26 acertados y en el partido había hecho los dos goles de su equipo. Pues falló. No lo hizo Alaba para el Bayer, como tampoco erró Mario Gómez. Le tocaba el turno a Kaká quien, incomprensiblemente lento y torpón, durante los 3 años que lleva en la Castellana fue uno de los designados para tirar penaltis. Con franqueza, el brasileño suele tirarlos bien. Pero lanzó al mismo sitio donde 30 segundos antes había errado su compañero de equipo. Casi todo estaba ya perdido. Pero los hombres religiosos dicen que los santos siempre aparecen cuando más se les necesita. Y apareció hasta donde pudo. Casillas paró los dos siguientes lanzamientos del Bayern. Xabi Alonso, por su parte, marcó el suyo con una tranquilidad pasmosa. Los vascos, es lo que tienen. Nervios, cero. Le tocaba el turno a Sergio Ramos para igualar los aciertos, con un penalti para cada equipo aún por lanzar. Y lo lanzó. Lo lanzó a la estación espacial que la NASA tiene ne Marte. Al menos el balón del excepcional central sevillano si ha llegado a Munich como apunta por ahí algún atlético guasón.
Y le tocaba lanzar a Schweinstaiger. El panzer alemán, horrible toda la noche, tuvo la responsabilidad de meter a su equipo en la final con un lanzamiento perfecto. Si creyera en el destino, en los penaltis debería haber acertado Cristiano (el hombre del partido) y fallado Schweini. Ocurrió al revés. El destino, aseguran.




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