"Vuelve" el hijo pródigo

Dice el refranero popular que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Bueno, pues eso precisamente parece pensar el pueblo ruso, teniendo en cuenta los resultados de las elecciones celebradas ayer día 4 de marzo, en las que el partido Rusia Unida, de Vladimir Putin, lograba el 63,8% de los votos, otorgándole la mayoría absoluta.

Putin “desapareció” de la vida política en 2008, ya que la Constitución no contemplaba la posibilidad de una tercera legislatura consecutiva. Lo pongo entre comillas, porque la influencia que ejercía en la sombra era más que evidente. Medvedev se convirtió en su caballo de Troya para seguir ejerciendo el poder.

Parece que las intenciones de Putin son de perpetuarse en el poder de Rusia. Pero, ¿qué opina el pueblo? Realmente existe una importante oposición contra Putin. De hecho, han sido numerosos los actos de protesta  contra él durante la campaña electoral. Se han producido auténticas concentraciones en las plazas más céntricas del país. Por tanto, parece que dentro de la población no existe tanta unanimidad en torno a su figura.

Sin embargo, Putin ha ganado las elecciones “de calle”, y es ahora cuando se están levantando las voces más críticas, tachando a las elecciones de fraudulentas. Tanto se están alzando esas voces, que han atraído la mirada de los observadores internacionales.

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ha denunciado irregularidades, y considera el proceso como “claramente distorsionado”. Una reflexión bastante lógica, ya que dicho proceso se estaba decantando ya desde la campaña electoral, donde el partido de Putin recibió un claro trato de favor por parte de los medios, en términos de presencia y recursos. Por todos es sabido que la influencia persuasiva que ejercen los medios no tiene discusión. En España lo tenemos bastante fresco con el duopolio PP-PSOE. Lo que sucede es que en Rusia “canta” más, ya que estamos hablando de un monopolio político, en la tercera potencia mundial, que dura ya 12 años y lo que le queda.

Veremos a ver cómo acaba todo esto, pero los procederes de alguien que pretende perpetuarse en el poder siempre tienen cierto olor a chamusquina, y deben provocar el recelo entre quienes somos los encargados de contarlas.