Los resultados arrojados en las pasadas elecciones
andaluzas nos vuelven a recalcar un viejo axioma que, no por anejo deja de ser
menos válido: al PP no se quiere en Andalucía.
Si bien es cierto que Javier Arenas fue el vencedor real
de los comicios con una exigua ventaja de 40.000 votos respecto a su máximo
rival, el socialista José Antonio Griñán, se demostró que las encuestas eran
más optimistas visto desde la óptica de la derecha.
Javier Arenas celebra su victoria en las elecciones |
Los escasos 3 escaños de diferencia del PP con el PSOE
(50 a 47) dejan a Javier Arenas como el gran derrotado de los pasados comicios y le señalan el camino de salida de
la política andaluza. Por su parte, a Griñán, los votantes le han dado un
severo correctivo, pese a que su partido podría seguir gobernando Andalucía en
caso de unirse en coalición con Izquierda Unida, sin duda alguna, el gran
triunfador en las votaciones.
Si para algo han servido estas elecciones es porque ha
dejado bien a las claras el pensamiento popular: A Arenas se le ha vuelto a
rechazar por 4ª vez en Andalucía, pese a su mínima victoria, mientras que al
partido socialista se le han echado en cara asuntos como los falsos ERES y los
escarceos con las drogas subvencionadas con dinero público. Mientras que al
partido de Valderas se le ha premiado doblando así sus escaños, además de ser
el puente hacia cualquiera que quiera gobernar en Andalucía (previsiblemente el
PSOE, aunque existen reticencias por el precedente extremeño).
El caso es que la comunidad con más paro de España se ha
vuelto a entregar a la izquierda en busca de soluciones lo más rápidas y
eficientes posibles mientras que le dicen a la derecha que ni se les ocurra
aparecer por allí. En este caso, el
electorado ha parecido optar por el tan manido refrán de Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
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